El mundo vive uno de sus momentos de mayor preocupación global. El protagonista es de nuevo el Medio Oriente. La actual crisis empezó el 13 de junio, cuando el Ejército israelí atacó seis aeropuertos y varias aeronaves en territorio iraní. Irán respondió a Israel lanzando ataques militares sobre su capital, Telavi. El 21 de junio, el gobierno de los Estados Unidos, confirmó un ataque a las estaciones nucleares iraníes de Fordo, Natanz e Isfahán. Con ello, Washington oficializó su entrada al conflicto entre Israel e Irán, hecho que se suma al largo historial de intervención de los Estados Unidos en conflictos en esta región y que no han terminado bien.
Una participación detonante
El ataque de las fuerzas norteamericanas fue calificado por Trump como “éxito militar”, sin embargo, ha llevado a un punto de no retorno el conflicto en Medio Oriente. Días después, Irán lanzó ataques militares en respuesta al ataque militar de Washington a sus estaciones nucleares. El ataque fue dirigido a Doha, lugar donde se encuentra la mayor base militar de Estados Unidos en Oriente Medio.
La actual coyuntura global es una señal de un mundo y orden internacional gastado. Algo está cambiando, se siente en el ambiente. Si me permiten, la actual crisis denota la concurrencia de dos síntomas importantes: i) una diplomacia en crisis y ii) un derecho internacional en coma.
Una diplomacia en crisis y un derecho internacional en coma
La diplomacia ha fallado y sigue fallando. Los canales diplomáticos siguen siendo insuficientes para la resolución de los conflictos entre los Estados y los seres humanos. Un genocidio en vivo y en directo contra el pueblo palestino, la guerra entre Rusia y Ucrania, la guerra comercial entre China y los Estados Unidos, una Europa en decadencia y con futuro muy oscuro, y a esta lista se suma varios conflictos estatales vigentes en el mundo. Según el Instituto para la Economía y la Paz (IEP), en su más reciente Índice de Paz Global (IPG), actualmente hay 59 conflictos estatales activos, la mayor cantidad desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Un panorama no muy alentador cuando los retos más urgentes del siglo XXI, la disrupción tecnológica y el colapso ecológico, siguiendo a Yuval Harari, siguen sin resolverse.
Por otro lado, encontramos un derecho internacional en estado de coma. Dos hechos puntuales quisieran presentar. El ataque de Estados Unidos es una abierta violación a sus propias leyes y a los principios básicos del derecho internacional humanitario. Siguiendo las leyes de este país, el ataque es violatorio de su propia constitución y la Ley de Poderes de Guerra de 1973. Ambas disposiciones le otorgan al Congreso, mas no al presidente, la facultad de declarar la guerra, y, por tanto, la facultad de emprender cualquier intervención militar. En resumen, la decisión unilateral del gobierno Trump de atacar militarmente a Irán es una decisión abiertamente inconstitucional. ¿Dónde quedo la separación de poderes y la supremacía constitucional? ¿Es solo para dar clases?
Si vamos al escenario internacional, el derecho internacional humanitario prohíbe el ataque de bienes civiles. Por ejemplo, el artículo 13 del Protocolo adicional II a los Convenios de Ginebra señala que: “las partes en conflicto harán distinción en todo momento entre población civil y combatientes, y entre bienes de carácter civil y objetivos militares y, en consecuencia, dirigirán sus operaciones únicamente contra objetivos militares”. En el mismo sentido, el artículo 52 del Protocolo adicional I a los Convenios de Ginebra protegen los bienes civiles de ataque militares. Asimismo, lo hacen los artículos 15, 16 y 17 del Protocolo adicional II a los Convenios de Ginebra, los cuales protegen bienes que contengan fuerzas peligrosas, como las presas, los diques y las centrales nucleares de energía eléctrica. Finalmente, el Estatuto de Roma, menciona que bajo ningunas circunstancias se pueden atacar estaciones nucleares. Las anteriores disposiciones materializan un principio básico del derecho internacional humanitario: el principio de distinción.
La prohibición de atacar estaciones nucleares representa algo apenas lógico y razonable, si se tiene en cuenta el peligro inminente para el propio país y para la humanidad la posible liberación de material nuclear. Unas pocas armas nucleares podrían acabar con la especie humana y nuestra aventura por el planeta tierra.
Hasta ahora no hay pruebas
Actualmente, el arsenal nuclear del mundo se concentra solo en nueve países de los 193 reconocidos por la ONU. Solo 5 de ellos están reconocidos como potencias nucleares por El tratado de proliferación nuclear; Rusia, Estados Unidos, China y Francia y Reino Unido. Por su parte, los países restantes, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte, también poseen arsenal nuclear, aunque en menor medida, como lo muestra la siguiente imagen.
Imagen 1.
Fuente: https://es.statista.com/grafico/13105/cantidad-de-ojivas-nucleares-en-el-mundo-por-pais/
Las agencias de inteligencia de los Estados Unidos y el Organismo Internacional de Energía Atómica coinciden en que no hay evidencia alguna del desarrollo de armas nucleares por parte de Irán. Si no existe una amenaza real y si de lo que se trata es de estaciones nucleares pacificas, como fue anunciado por el gobierno de Irán ¿Por qué dos naciones de la que si se tiene evidencia de poseer armas nucleares deciden atacar a otra casi que por sospecha? Ya decía Galeano, refiriéndose en su libro sobre que vivimos en un mundo al revés. A propósito de las armas nucleares, menciona lo siguiente “Las potencias mundiales pegan el grito en el cielo cuando países distintos a ellos son portadores de desarrollo nuclear, advirtiendo de su gran peligro. Sin embargo, ellas nunca dicen cuando ha tomado Dios la decisión de otorgarles el monopolio, ni por qué siguen fabricando esas armas.”
Respeto por la vida. El regreso del humanismo
Mientras veo los videos de los ataques militares de Israel a Irán, país con quien inicio el actual conflicto, en simultaneo las redes sociales transmiten en vivo y en directo las bombas lanzadas por Irán con dirección hacia Doha, de algo si estoy convencido. No es culpa de la diplomacia, ni del derecho internacional, las herramientas están ahí, son los seres humanos quienes les dan sentido y alcance.
Es momento de bajar el fetichismo normativo internacional. El mundo necesita una nueva generación de diplomáticos cuyas funciones afirmen principios como la vida y el respeto por el Estado de Derecho, de la mano de una cultura de cumplimiento por el derecho internacional y los derechos humanos. El humanismo debe volver al Estado, los gobiernos y los corazones.

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